lunes, 21 de febrero de 2011

Cuando mi padre sacó su mano a pasear

Como he dicho en otras entradas o comentarios, no estoy a favor de la violencia, aunque estoy de acuerdo, en que hay veces, que nada hace más efecto que un cachete a tiempo.
Os voy a contar lo que me pasó a mi, a modo de anécdota, para que veáis por qué lo digo.
No soy muy buena con las fechas, pero me operaron de apendicitis siendo una cria.
Creo que tendría unos 12 o 13 años.
En urgencias, cuando me dijeron que tenían que operarme YA, quería morirme. Me imaginaba al cirujano con un cuchillo jamonero abriendome la barriga, para sacarme ese asqueroso trozo de tripa que se había inflamado y no podía parar de gritar y llorar.
Tengo una prima, Sonia, que por aquel entonces trabaja en Cabueñes. Es enfermera, supervisora de planta.
Gracias a su eficacia pudieron operarme rapidamente y evitar la peritonitis.
La hice prometer que no me dejaría sóla en el quirófano (aunque aquel no era su trabajo) y me despedí llorando de mi hermano y mis padres pensando que había llegado mi hora y nunca volvería a verlos.
Todo ésto, como ya dije, montando un show impresionante.
Era una niña y no pensaba racionalmente.
La cuestión es que me operaron, y como supongo que sabréis, después de la operación te llevan a una sala de reanimación para esperar a que despiertes de la anestesia.
Cada cuerpo actúa de una manera diferente al despertar, por eso lo de llevarte allí.
La cuestión es que por diferentes motivos, Sonia mandó que me llevasen a la habitación directamente sin pasar por aquella sala.
Mi reacción al despertar fue repetir exactamente y de la misma manera todo lo que había dicho antes de entrar al quirófano.
Volvi a montar el número, gritando y llorando que no me abriesen!!!!!
Pero ya estaba operada y encima estaba en la habitación con otras 2 chicas que tenían que aguantar gratuitamente aquel numerito.
Recuerdo que mi madre me decía que ya estaba operada, que estaba bien, que ya había pasado todo, pero yo seguía con las mismas.
Era tal el espectáculo, que mi padre se cansó de que mi madre razonase conmigo inutilmente y entró en la habitación y me plantó un bofetón que fue el mejor sedante que pudieron administrarme.
Os diré que ni siquiera lloré. Era la primera vez que mi padre me ponía una mano encima (supongo que de pequeñina algún cachete me caería, pero este es el primero y último que recuerdo).
No me dolió el bofetón. Me quedé fría. Por supuesto me enfadé con él,  momentaneamente claro está, y me calmé.
Como yo era muy "valiente" y no quería mear la puñetera anestesia en la cuña, le dije a mi madre que me ayudase a ir al baño....
Menudo susto que llevé. Tenía una gasa tapando la herida, pero el apósito que me habían puesto sujentándola, era transparente y daba la impresión de que tenía la carne quemada.
Los gritos volvieron: me han quemado!!!! por qué habéis dejado que me quemen!!!!
Y mi madre, la pobre diciéndome: es solo una especie de tirita tranparente, no pasa nada.
Salí indignada del baño, dispuesta a seguir increpando, pero en cuanto vi a mi padre, pense: ostia calla, que te va a caer otra!!!!!!
Podían haber razonado conmigo lo que hubiesen querido, pero no les hubiese servido de nada.
Hoy solo tengo que agradecer a mi padre aquel bofetón (que se que le dolió a él más que a mi), porque evitó que siguiese molestando a mis convalencientes compañeras y también que siguiese haciendo el ridículo.

Es sólo una pequeña anecdota, seguro que os reíreis un montón como hago yo ahora mismo, pero qué mal lo pasé en el momento.

No creo que Sonia llegue a leer ésto, pero si lo hace, quiero agradecerle de corazón el mal trago que pasó entrando conmigo al quirófano y viendo aquella tripa a punto de explotar.
Y por supuesto a mis padres, que siempre están ahí cuando me pongo malita.

Sabéis algo curioso, para que veais como los niños tenemos una percepción extraña de las cosas.
Todos sabéis como son las camas de hospital, bastante altas, para que cuando te curan o te hacen la cama, las enfermeras no acaben con los riñones destrozados.
Cuando salí de allí y llegue a casa, en mi habitación había dos camitas de 90cm, y un poco asombrada le pregunté a mi madre que por qué le habían cortado las patas a las camas!!!!! Por supuesto no lo habían hecho......

3 comentarios:

  1. Coincido contigo en que un cachete a tiempo es mejor que criar un salvaje. Por supuesto que lo primero es el dialogo, intentar por todos los medios evitar la violencia, pero a veces se hace necesario un cachete para "despertar", pero ahora hay que ir con cuidado porque si lo haces (lo del cachete) te puede costar un buen disgusto e incluso que te quiten a tu hij@. Vamos a ver señores, ni tanto ni tan poco, entre lo de mi epoca ( que ya llovió) y lo de ahora igual hay un termino medio. Lo que si puedo decir es que yo lleve mas de un cachete por parte de mis progenitores y no me siento ni traumatizado ni nada por el estilo, por eso no los quiero menos y, muy al contrario, les estoy muy agradecido de la educacion y los valores que me enseñaron, que es lo que yo traté siempre de enseñar a mis hijos, adaptandome lo mas posible a los tiempos que corren. No digo que mi metodo haya sido el mas perfecto de todos, pero si creo que les ha servido de algo y me siento orgulloso de como estan educados mis hijos, que quizas para algunos no sean los mejor lo estan, pero viendo lo que hay....
    Lo que si es cierto es que nuestros hijos son, en un porcentaje elevado, lo que nosostros hemos moldeado, pero claro si nosotros no tenemos ni educacion ni principios que les vamos a transmitir a ellos?. Los hijos es muy bonito tenerlos, pero son una gran resposabilidad a la que hay que hacer frente dia a dia y que no se puede dejar para mañana. Si nos preocupa en algo el futuro debemos empezar por transmitirles una buna educacion basada en unos valores que ellos sean capaces de llevar adelante, asi sera mejor para todos. Un saludo. Antonio

    ResponderEliminar
  2. Buenas tardes/noches,
    La verdad es que hacía mucho, pero que mucho tiempo, que no leía algo con lo que me pudiese sentir tan identificado.
    Es aquí precisamente a donde quería llegar cuando hice mi primer comentario de que, a veces, vale más un bofetón a tiempo que 1000 explicaciones del mejor profesor del mundo.
    En los tiempos que vivimos y quizás más por la publicidad que por lo que de verdad nos gustaría vivir, está mal considerado, incluso con penas judiciales para los padres, el dar un bofetón a tus hijos.
    En el ejemplo que pone Emma, el de la educación de Antonio, y en el mío propio que ya expliqué en otras entradas, nos cayeron más de uno (bueno, a Emma uno sólo, o será que ya le ataca el alzheimer ese), y no creo que ninguno de nosotros los haya contado ni, seguramente, creído que nos llevamos alguno que no nos merecíamos (otra cosa distinta sería si nos preguntase en aquel entonces).
    Quiero decir con esto, una vez más, que no es que esté a favor de la violencia para educar a los hijos, pero entre el maltrato y un par de bofetones, queda un largo trecho en el que en algún momento, alguien, se ha querido perder.
    Las leyes hoy en día, parecen hechas por niños, encima mal criados, y uno se harta (disculparme si es sin "h") de leer en la prensa a diario como a unos padres les condenan por pegar un bofetón a sus hijos, sin juzgar antes si se lo merecían o no. Yo siempre me hago la misma pregunta... ¿el juez que lo condena, tiene hijos?.
    Resumiendo: está muy bien explicar, tratar de razonar y llegar a un punto razonable de entendimiento, pero llegado el momento y como bien decía Super-Nany, si un padre dice que algo no se hace "porque no", no hay ninguna necesidad de dar más explicaciones. Y si aún así hay que dejar las cosas claras, un bofetón a tiempo evita muchas pataletas posteriores.
    En algunos casos, con un bofetón bien dado a tiempo, no sólo evitas discusiones posteriores sino que generas un clima de entendimiento (que no miedo) posterior, que muchos quisieran.
    Emma... gracias por esta entrada del blog... y un saludo para todos.

    ResponderEliminar
  3. Estoy totalmente a favor de los comentarios de Antonio y José Luis, aunque para quitar un poco de hierro, diría que hay que tener en cuenta la edad de Emma cuando ocurrió el hecho. La hormona hablaba por ella, y esa fue parte de la razón para montar los "pollo". Yo tengo una hija en esa edad ahora, y el otro día me montó uno por tener que sujetar un pollo para poder desplumarlo en el pueblo, poniéndose histérica y sin razonar con nadie, así que casi le cae una igual... en fin... (que pa carnicera no va).
    Lo que si estoy plenamente de acuerdo es que se necesita disciplina, que una bofetada a tiempo no está mal nunca, y que nadie se traumatiza por ello, es mas, cuando lo piensas en frio, después, incluso lo agradeces...

    ResponderEliminar